Augusto Nicolás Calderón Sandino (1895 – 1934), más conocido como Augusto César Sandino
Augusto Nicolás Calderón Sandino
nació el 18 de mayo de 1895 en la ciudad de Niquinohomo (Departamento de
Masaya, Nicaragua), hijo legítimo de Gregorio Sandino (un adinerado cultivador
de café), y Margarita Calderón, una indígena sirvienta de la plantación de su
padre. En 1904, a la edad de 9 años, es abandonado por su madre y enviado a
vivir con su abuela materna. Más tarde es enviado a vivir con la familia de su
padre, donde debe trabajar como peón de la plantación para ganar su hospedaje.
En julio de 1912, a los 17 años,
presenció la primera intervención de las tropas estadounidenses en Nicaragua,
frente a una sublevación liberal-conservadora en contra del presidente Adolfo
Díaz, quien tenía el apoyo de Estados Unidos. El general liberal Benjamín
Zeledón murió en combate el 4 de octubre al ser desalojadas sus fuerzas de la
fortaleza de El Coyotepe luego de feroces combates en La Barranca, ambos sitios
estratégicamente ubicados en la entrada de la ciudad de Masaya. El joven
Sandino quedó impresionado con la imagen del patriota, cuyo cadáver era llevado
en una carreta de bueyes por los Infantes de Marina para ser sepultado en el
pueblo de Catarina.
Augusto Sandino fue un líder de
la resistencia nicaragüense contra el ejército de ocupación estadounidense en
Nicaragua en la primera mitad del siglo XX. Su lucha guerrillera logró que las
tropas de los Estados Unidos salieran del país, no sin antes crear la Guardia
Nacional y poner al frente de la misma al general Anastasio Somoza García
quien, a traición, se dice que mandó a asesinar a Sandino.
Es Héroe Nacional de Nicaragua y,
junto con el poeta Rubén Darío, constituye la máxima expresión de la
nacionalidad nicaragüense. Se le llama «General de Hombres Libres». Sus
acciones y enseñanzas fueron la base ideológica para la fundación, años más
tarde, del Frente Sandinista de Liberación Nacional, FSLN, por Carlos Fonseca
Amador junto a otros compañeros.
La retirada estadounidense
Finalmente llega al poder en EE.
UU. el presidente Franklin Delano Roosevelt. Obligado por problemas domésticos
de mayor importancia (la Gran Depresión), proclama la «política de buena
vecindad, lo que significaba la retirada de todas las fuerzas militares de EE.
UU. de los países de la cuenca del Caribe, incluyendo Nicaragua. Sin embargo,
conscientes de su derrota, ya desde hacía algún tiempo los marines preparaban
su retirada: paulatinamente dejaron de participar en los combates, y no sólo
entrenaban clases y soldados, sino también oficiales nativos.
En enero de 1933 las fuerzas
estadounidenses oficialmente abandonaron el territorio nicaragüense, sin haber
podido matar o capturar a su enemigo, y menos aún vencerlo.
El asesinato de Sandino
El 21 de febrero de 1934 Sandino
en compañía de su padre, Gregorio Sandino, el escritor Sofonías Salvatierra
(ministro de Agricultura de Sacasa) y sus lugartenientes generales Francisco
Estrada y Juan Pablo Umanzor acudían a una cena en La Loma (Palacio
Presidencial), invitados por Sacasa la salida de dicho evento el coche en el
que viajaban fue detenido justo a la par del Campo de Marte, en un punto
ubicado al sur de la Imprenta Nacional (donde se edita e imprime el diario
oficial La Gaceta). El cabo de guardia que les detuvo era en realidad un mayor
disfrazado, Lisandro Delgadillo, que les condujo a la cárcel de El Hormiguero
(destruida por el terremoto que azotó a Managua en 1972). Los detenidos
pidieron que llamaran a Somoza, pero les respondieron que no podían
localizarlo, por otro lado la hija de Sacasa le comunicó a su padre la
detención, ya que la había visto, y Sacasa se puso en contacto con la embajada
de EE. UU. para intentar impedir el asesinato.
Sandino, Estrada y Umanzor fueron
llevados al monte llamado La Calavera en el campo de Larreynaga y allí, a la
señal de Delgadillo, el batallón que custodiaba a los prisioneros abrió fuego
matando a los tres generales. Eso ocurría a las 11 de la noche. Según
testimonio de Salvatierra, al oír los disparos, Gregorio Sandino dijo:
Ya
los están matando. Siempre será verdad que el que se mete a redentor, muere crucificado
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